Estuve el miércoles en Valencia, otra de esas visitas meteóricas de madrugón, AVE, viaje, correr al palacio de congresos, inauguración, ponencias, mal comer, más ponencias, merienda (con horchata esta vez), ver a un querido amigo un momento y correr a la estación. Casi perdí el tren de vuelta. La ciudad, para mi sorpresa, era un caos: el metro no funciona y se suple con decenas de autobuses que cortaban todos los cruces. No había un solo policía dirigiendo el tráfico.
Ya por la mañana me había fijado en la cantidad de gente que había en las paradas de bus. Gente resignada. Una sensación horrible. Desde el tren, me pareció ver una zodiac de la Guardia Civil buscando desaparecidos en un pantano. Y se seguían viendo coches embarrados en la nada, campos de naranjos en los que parecía haber entrado un cuchillo gigante en forma de torrente de piedras, partiéndolo en dos. Y mucha maquinaria arreglando vías de tren y carreteras.
Quizá lo que más me impresionó fue el cauce del Turia, lleno de piedras. Parecía un paisaje lunar. Qué fuerza tan poderosa debía tener el agua para arrastrar esas rocas enormes.
Pensé en la gente que ha perdido sus recuerdos allí mientras abría cuatro de las últimas cinco cajas que tenía pendientes de abrir de la mudanza, de agosto de 2018. Tenia la vana ilusión de que allí aparecieran los Tintines que leía de pequeño, una caja de puros con piezas de ajedrez de plástico con la que aprendí a jugar con mis abuelos, una máquina de afeitar de mi abuelo y un videojuego que me regaló mi abuela. Y cassettes de Beastie Boys, Paul McCartney y Replacements (iba escuchando Don't tell a soul mientras iba a la iglesia a casarme con Raquel)
Solo aparecieron periódicos viejos (los de Barcelona 92 entre otros, qué cosas), algunos artículos y papelotes varios. Un libro sobre historia de Madrid y un par de cuadernos con anotaciones.
Lo cierto es que cada vez le tengo menos apego a las cosas. Pero esas me hacía ilusión volver a verlas. Al menos todavía tengo una última bala, en la última caja de la mudanza. Vivo rodeado de libros, discos, películas y recuerdos. No como tanta gente que lo perdió todo hace un mes.
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