Ari Aster estrena hoy Eddington, su
nueva película, una fábula que aúna polarización, redes sociales, armas de gran
calibre, wokismo, racismo, antivacunas y mascarillas en plena pandemia. Y lo
hace inspirado en los dramaturgos griegos de hace 2.500 años: un tema local, en
mayo de 2020, en un pequeño pueblo del Oeste -en Nuevo Méjico-, que es perfectamente
extrapolable al mundo convulso en el que vivimos.
El reparto está acaparado por el
duelo entre un Joaquin Phoenix desatado como el sheriff negacionista y el omnipresente
Pedro Pascal, como el alcalde chicano que sigue las normas contra el virus y
que apuesta porque una gran empresa tecnológica se asiente en el pueblo, con un
centro de datos gigantesco que daría trabajo y oportunidades en la comunidad
que vive en el centro de la nada. El papel de Emma Stone, lamentablemente, queda
un tanto desdibujado, en un papel prácticamente secundario.
El conflicto no tarda en comenzar
y se va cocinando a fuego lento, a lo que se suman todos los elementos polarizantes
que citaba al principio, con roces banales que van escalando a un odio absurdo
que hace imposible la convivencia. Aster aprovecha para poner a desfilar los
problemas globales que nos acechan hasta llegar a una esperada traca final de
violencia que se prolonga quizá durante demasiados minutos. Y con un abordaje
con toques al humor de Arizona baby de los hermanos Coen o a los Looney Tunes, lo que me
sacó un poco de la trama, con un final desolador.
Los planos secuencia y los parajes
desérticos acentúan el contraste con este trazo grueso en algunas ocasiones,
con momentos delirantes que me hicieron carcajearme.
En la semana en la que hemos
visto cómo moría tiroteada una persona -y en la que se repiten sin cesar y sin
pudor escenas de su muerte-, esta película quedará como una marca de los días
tan convulsos que vivimos. ¿Qué hará Aster en su nuevo proyecto? Habrá que
estar atentos, aunque no estaría de más que tratara que ajustarse a 90 minutos.
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