martes, 31 de diciembre de 2024

Balance lector 2024

 


Cincuenta y tantos libros. Menos de los que me hubiera gustado, pero no es mal balance para un año. Más de uno por semana y con varios autores para el recuerdo, como Dennis Lehane, Ander Izaguirre o Jonathan Coe. Poca presencia femenina, por cierto. Propósito de 2025: leer a más mujeres.

A Lehane lo conocía por la adaptación de Mystic River, que noqueó en su momento y que no me he atrevido a volver a ver. Aunque seguro que sigue siendo extraordinaria. Tengo el libro por casa y me tengo que animar a leerlo, junto a Shutter Island. Empecé su serie de libros sobre Kenzie y Genaro y no pude parar hasta que la leí entera: Un trago antes de la guerra; Abrázame, oscuridad; Lo que es sagrado; Desapareció una noche (buena adaptación al cine, aunque lamentablemente no se han hecho del resto de novelas); Plegarias en la noche y La última causa perdida. Fuera de esta serie, su último libro, Golpe de gracia, es una maravilla y está en varias de las listas de lo mejor del año, supongo que con razón. Recomendadísimo. Por otro lado, compré a ciegas Noche cerrada de Chris Offutt. Y no me equivoqué: todo lo que edita Sajalín es excelente.  

A Ander Izaguirre llegué por casualidad, por una recomendación del podcast Paquetes del libro Subcampeón, coescrito junto a Zuhaitz Gurruchaga: es la increíble historia de un jugador de fútbol de élite que tenía pánico a ganar, un estupendo e impactante relato sobre salud mental y cómo convivir con ella. Vi posteriormente que Izaguirre había escrito varios libros de viajes y, buscando inspiración para el mío (eternamente aplazado y propósito de 2025), leí Pirenaica y Vuelta al País de Elcano (tiene otro sobre anécdotas de ciclismo que tiene una pinta estupenda). Preparando el viaje en familia que hicimos a la capital británica, volví a leer las estupendas Historias de Londres, de Enric González. Y, para conocer mejor por dónde me muevo, leí Por las calles de Madrid, de Sonia Taravilla.

Otro clásico de viajes que cayó fue Hotel Nirvana, del maestro Manu Leguineche. Me dio ganas de escribir un libro sobre hoteles históricos en los que me he alojado. Ojalá saque tiempo para hacerlo. Y descubrí a Geoff Dyer, con Yoga para los que pasan del yoga. Tengo un par de libros suyos en la mesilla para empezar el año viajando con la imaginación.

De Jonathan Coe tengo ¡Menudo reparto! por casa desde hace años, lo empecé y lo dejé. Tengo que retomarlo (debo encontrarlo antes), porque me quedé extasiado por cómo relata la historia del rodaje de Fedora en El señor Wilder y yo, al que siguió sin parar La espantosa intimidad de Maxwell Sim (con curiosos ecos a Unamuno) y El Club de los Canallas. Lamentablemente, me quedé atorado con su continuación, El Círculo Cerrado. Tengo que darle otra oportunidad. Y leer el resto de sus obras, claro.

En el apartado de cómic, leí la maravillosa reedición de Las joyas de la Castafiore (ay, dónde estarán el resto de cómics de Tintín que se perdieron en la mudanza) y la serie La edad de bronce, una alucinante aproximación a la guerra de Troya, recomendación de Campamento Krypton, otro de mi podcasts de cabecera. Y gracias a la biblioteca José Luis Sampedro por ponerlos a mi disposición, así como a la biblioteca Acuña por la copia de Fatty, la extraordinaria biografía novelada del primer ídolo caído de Hollywood. Porque las fake news ya existían hace más de un siglo. En colecciones de kiosco, a precio de saldo, leí Spiderman Ultimate (muy disfrutable, gracias a Lord Azoth por la recomendación) y me quedé atorado con las tiras diarias de Snoopy.

En cómic español, muy recomendable el viaje a la España rural de los 60 de César Sebastián en Ronson y la vuelta a la guerra de Troya (una de mis obsesiones de hace muchos años, cuando escribí un monográfico de Clío) de La cólera, de mi adorado Javier Olivares. Tampoco falla nunca el gran Paco Roca: leí La casa y tengo ganas de ver la película y El abismo del olvido. Y no me puedo olvidar de Paco Sordo con El Pacto, un increíble homenaje al pasado, a Bruguera y a Vázquez. Buscando temas para animar a la lectura de nuestra hija pequeña, leí Nimona (con buena adaptación a Netflix, diferente al cómic)  

En relato, dos regalos de mi dealer Maite Núñez, que está a punto de sacar nuevo libro: Los últimos deseos, de Ortiz Tafur (miniaturas delicadas del día a día en la sierra de Jaén) y Martinete del Rey Sombra, de Raúl Quinto, una purga olvidada de la historia de España. Recomendables también los relatos de Divergentes, de Guadalupe Nettel. Pendiente queda para el año que viene dos de los considerados mejores libros del año. El primero es Un lugar soleado para gente sombría, de Mariana Enríquez, que intercambié en la balda de bookcrossing en la clínica donde falleció mi suegro. Y Tarántula, lo último de Eduardo Halfon, de Libros del Asteroide, otra editorial infalible. Y qué sorpresa que el guatemalteco me reconociera en la Feria del Libro de Madrid cuando pedí que me lo dedicara.

Pasemos a los libros musicales. El primer libro del año fue Hotel California, de Barney Hoskins. No conocía nada de la escena de Laurel Canyon y me he enganchado a Joni Mitchell, una de las artistas que más he escuchado en 2024 y de la que espero conseguir toda su discografía. De mi querido Rafa Cervera leí su imprescindible volumen sobre Velvet Underground y -oh, sorpresa- me dio ganas de escucharme todos sus discos. Muy interesantes también The Storyteller, las memorias de Dave Grohl, aunque los acontecimientos recientes en su vida las convierten en algo cómicas. Pendiente queda Perro Negro, de Miguel Ángel Oeste, la biografía novelada de Nick Drake.

En cuanto a los clásicos, maravillosos Stefan Zweig (para sorpresa de nadie) con Veinticuatro horas en la vida de una mujer y Joseph Conrad (otro que tal) con El corazón en las tinieblas, que me animó a leer otro libro que tenía desde hace años por casa: Exterminad a todos los salvajes, de Sven Lindqvist, autor del estremecedor Historia de los bombardeos. Exterminad.. tiene también serie en HBO, extraña, distinta y fascinante.

Un pésimo profesor de lengua me hizo aborrecer a Delibes cuando leímos El camino en 1º de BUP y me reconcilié en parte con él al leer El hereje, su última novela y Los santos inocentes, igual de extraordinaria que la película. Y conseguí acabar La conjura de los necios, un libro maravilloso que había comenzado un par de veces y había abandonado por motivos que no recuerdo. Leí ayer que Monteys lo está adaptando al cómic y seguro que lo leeré. Retomando una antigua tradición navideña, volví a leer Un recuerdo de navidad, de Truman Capote. Una pequeña obra maestra, con una traducción mejorable, escondida en una colección infantil de Bruguera.

Por temas laborales leí Que no te líen, de Miguel Ángel Lurueña (aka @gominolas de petróleo), que se tradujo en esta entrevista: https://komoda.es/2024/04/mas-oferta-de-alimentos-mas-seguridad-alimentaria-mas-bulos-mas-retos/. Y El origen del mal, de José Carlos Somoza, que se tradujo en esta otra, de la que quedé especialmente satisfecho: https://elmedicointeractivo.com/sin-la-medicina-no-habria-podido-enfrentarme-a-la-vida/ Moraleja: tengo que leer más divulgación, habrá que sacar tiempo de donde no lo hay.

En no ficción, me gustaron las Crónicas quinquis, de Javier Valenzuela, editadas por Libros del KO (otra editorial que no falla nunca) Un ejemplo de esto es La sombra, de David Cabrera, la historia de un tipo que mata a otro y se pasa escondido 30 años en el Barrio Chino de Barcelona, anónimo delante de todo el mundo. Muchas gracias a Alberto Valle por la recomendación, escuchada en el podcast de Michael Caine de Ricardo Mariscal. Vinagre, de Jorge Matías, narra su experiencia alcohólica de forma desgarradora. Y Eduardo Bravo relata una historia verdaderamente surrealista en AAA, del Peronismo Mágico al Caso Almirón. El honor de peor título del año corresponde a Crims, de Carles Porta, un libro pésimamente editado, con reiteraciones absurdas y páginas y páginas de relleno para alimentar a los fans del true-crime.

Como cada verano, leí un par de best-sellers para desconectar. La puerta, de Manel Loureiro y Cementerio de Secretos, de José Antonio Pérez Ledo, que cumplieron su misión a la perfección, especialmente este último, con un gran personaje trasunto del comisario Villarejo.

El gran misterio de este año es un libro que leí, anoté y olvidé. Se llama Las elecciones. Se agradece cualquier información adicional.

En el apartado de libros comenzados y no terminados tengo que citar 4321 de Paul Auster (que comenzaré a leer de nuevo, porque tiene una pinta estupenda), Adolfo, por el camino púrpura, el libro de Concha Moya sobre Adolfo (Los Íberos, CRAG) que acabaré en enero -junto al de Javier de Diego sobre Peter Gabriel- y los libros de Martín Caparrós, eterna deuda pendiente. Recuerdo ahora que me quedé también en el principio de la biografía de Zweig de María Estuardo, quizá por la antigua edición que leí. Espero que la de Acantilado sea mejor.

Para acabar, un agradecimiento. Me he ido desenganchando del fútbol cada vez más, pero he pasado ratos extraordinarios escuchando el podcast Paquetes, de Álvaro Velasco e Iñaki San Román, lo que me animó a leer su cómic Viejas Promesas (ojalá una adaptación al cine pronto) y el libro de Álvaro Penalti Pop, que edita Muddy Waters Books y que tiene un catálogo maravilloso que estoy devorando: el libro de Daniel Entrialgo sobre crímenes mediáticos en EEUU (Balas y estrellas), el de cómo está cambiando el panorama del vino (Vinos gentrificados, por Santi Rivas, uno de los personajes más alucinantes de la podcastfera. Tengo ganas de revivir mi podcast solo por entrevistarle) y Uno de los Vuestros, de Javier Márquez, un repaso al impacto de la Mafia en la cultura popular y penúltimo libro que leo este año. Queda para 2025 la Biografía no autorizada de Dolly Parton que han escrito Eduardo Izquierdo y Eloy Pérez.

De la mano de Paquetes, descubrí otro podcast maravilloso, Saber y Empatar, que me ha acompañado en los difíciles meses de agonía de mi suegro. Vi en Youtube todos los episodios y leí su libro homónimo. Papá Noel trajo su nueva obra, El fútbol es para listos (obra de Miguel Gutiérrez y Carlos Marañón), que caerá en enero. Y estoy acabando el divertidísimo Zidanes y Cargoles, de Pach y Tomás Guasch. No pasará mucho hasta que haya leído todo lo que han escrito los de Saber y Empatar: Frases de Fútbol, Fútbol y Cine, La Pitipedia, GOAT...

Acabaré 2024 leyendo las Meditaciones de Marco Aurelio. Cuando los médicos nos comunicaron que mi suegro iba a fallecer, nos fuimos unos días a su pueblo a coger fuerzas ante lo que se avecinaba. Apenas subsisten dos librerías allí y les compro siempre que voy. Suele haber poco donde elegir (los bestsellers que he citado, young adult, autoayuda, autores mediáticos…), así que suelo optar por clásicos. Estas reflexiones me han acompañado los últimos cinco meses y las he ido leyendo muy poco a poco. Leeré la última esta tarde: “marcha pues, con ánimo benévolo”.

Felices lecturas en 2025.  

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