El debut en el largo del
australiano Michael Shanks es una de las películas más malrolleras que he visto
en mucho tiempo. La historia, escrita también por Shanks, narra una relación de
pareja en descomposición, que opta por mudarse al campo para intentar salvarla.
Ella, encarnada por Allison Brie, renuncia a un buen puesto para ser maestra
rural; él, interpretado por James Franco, es un músico indie que intenta seguir
con la vida de giras pese a estar lejos de todo.
La película, que han producido ambos
-son pareja en la vida real- parece una consecuencia directa del éxito de La
sustancia el año pasado. Y, como no puede ser de otra manera, se ven ecos de
Cronenberg y de su nueva carne.
La química entre Brie y Franco es
innegable. Todo parece ideal en su nueva vida hasta que un accidente en el
campo -el cabrón del campo, que decía que el gran Luis Carandell- provoque que
comiencen una serie de fenómenos paranormales que afecta a la relación de
pareja. La mezcla de body horror y humor está muy lograda y uno no sabe si temblar
o reír.
La tensión está muy bien
cocinada, va creciendo hasta que la situación es casi imposible, con un
excelente trabajo actoral de ambos (especialmente Brie), con un resto del elenco
que apenas son meras comparsas.
El clímax final quizá hubiera
estado mejor que no estuviera tan explicado. Pero el final es aterrador y que
puede que te replantees algunos aspectos de tu relación de pareja. Y eso sí que
puede ser verdaderamente aterrador. Una película desasosegante y muy recomendable
para pasar miedo este Halloween.
En cuanto a Monsieur Aznavour, es un biopic canónico sobre la estrella de la canción francesa que llega hoy a las pantallas españolas, tras varios retrasos. La película comienza con Aznavour hablando con su hermana y confesora, admitiendo que está arruinado y que se lo juega todo en su siguiente concierto en París. Flashback a la infancia, cuando la familia armenia Aznavourian llega a Francia, huyendo del genocidio turco, y pasa todo tipo de penalidades. Por cierto, que me fascina la cara de viejo que tiene el niño que interpreta al joven Aznavour. Enhorabuena a los encargados del casting.
Se encadenan entonces toda suerte
de azares para que el joven Charles empiece a cantar y a profesionalizarse,
luchando siempre con la falta de dinero. Su único proyecto de vida, como se
recalca, es el proyecto Aznavour. E irá soltando lastre para alcanzar el
objetivo del éxito mundial, aunque para ello tenga que dejar atrás a familia,
amigos o incluso mentores de la talla de Edith Piaf.
Tahar Rahim (Un profeta, La
serpiente) hace una gran interpretación del cantante y actor, llega a
confundirse con él. Recibió este año una merecida nominación al César, la
película también fue candidata a vestuario y diseño de producción. En la
dirección en el guión y vuelven a coincidir Mehdi Idir y Grand Corps Malade
(¿uno de los mejores pseudónimos de la historia del cine?), tras Patients y Los
profesores de Sant Denis y que fueron elegidos por el propio Aznavour
para dirigir el proyecto. Cuentan con el hándicap que tener que reconstruir el
París o el Nueva York con efectos digitales, pero aprueban con nota, con otra
nominación en los César.
Al final, tras 133 minutos que se
me pasaron rápido, queda sobre todo la música maravillosa (que va impulsando la
historia con las canciones más conocidas, con guiños al hip hop de Grand Corps
Malade), las ganas de escuchar discos de Aznavour, la gran trabajo físico de
Rahim, un extraordinario plano secuencia sobre el concierto triunfal del
principio e infinidad de detalles curiosos de un personaje a descubrir. Un
biopic interesante, formulaico, pero que merece mucho la pena.
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