domingo, 25 de mayo de 2025

20 años de vida (extra)



Hace exactamente ahora veinte años, a las 19,58 del 25 de mayo de 2005, Raquel y yo casi nos matamos en un accidente de tráfico. Ya habíamos alquilado una casa en Badalona y estábamos a punto de mudarnos allí. 

En uno de los últimos viajes a Madrid, para recoger algunas cosas, un conductor de un camión de frutos secos se quedó dormido y nos echó de la carretera a la altura de Los Monegros. Igualito que el comienzo de un episodio de A dos metros bajo tierra. 

Estábamos escuchando un cassette de grandes éxitos de los Talking Heads e iba a sintonizar una emisora para escuchar la final de la Champions, aquel partido mítico que remontó el Liverpool al Milan. Por eso me acuerdo de la fecha, qué cosas.

En el momento de salir de la carretera y entrar en la mediana haciendo trompos, pensaba que me iba a morir seguro. Y, curiosamente, lo único que pensaba era lo ridículo que iba a quedar mi cadáver descalzo (no suelo descalzarme para viajar, pero aquel día no sé muy bien por qué lo hice).  

Afortunadamente llevábamos el coche de mi suegro -un Mercedes grande- y afortunadamente Raquel es una gran conductora y salimos ilesos, aunque pálidos. No saltaron los airbags, ella siempre cuenta que el coche era tan seguro que era casi como que unos brazos invisibles nos rodearan. Salimos sin un rasguño en nuestros cuerpos y apenas unos arañazos en el coche.

Llegó enseguida la Guardia Civil de Tráfico y nos echaron la bronca (con razón) por no haber tenido cuidado al sacar el coche de la mediana. El conductor vino también a disculparse, nos dijo que trabajaba demasiado. Qué peligro...

Han pasado dos décadas y nos han pasado historias muchas maravillosas -sobre todo el nacimiento de nuestras hijas- e historias tristes, como a todo el mundo. Pero han sido los 20 años apasionantes de nuestras vidas y me hubiera dado mucha rabia perdérmelos. 

Cada vez que escucho esta canción de los Talking Heads, o cualquier otra maravilla que parieron, me doy cuenta de la suerte que tenemos de estar vivos. Y no todos los días nos damos cuenta. Nos quedan pendientes, entre otras muchas cosas, ver en directo a David Byrne algún día. Y encontrar el cassette, que debe andar por casa, y volver a escuchar Sax and violins. 

2 comentarios:

  1. Joder, vaya susto, por suerte te podemos seguir leyendo. Mis padres no murieron de milagro —un árbol salvador— cuando yo tenía tres años (era 1975), segundas oportunidades.

    Un abrazo, Xavi.

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  2. Qué cosas tiene el azar, el destino, o lo que sea. Gracias por leerme. Y un placer leerte a ti.

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