Hace casi cuatro años me pidieron un perfil de Juan Carlos I para una revista. Como me temo que es inencontrable, se me ha ocurrido rescatarlo por aquí en el 50 aniversario de su proclamación, por su hubiera alguien interesado.
Los muchos exilios de Juan Carlos I
Javier Granda Revilla, periodista
5 de enero de 1938. Clima
prebélico en Europa y guerra civil en España. En Roma, la princesa María de las
Mercedes de Borbón y Orleans da a luz a un niño. En el bautismo, oficiado por
el futuro papa Pío XII, recibirá el nombre de Juan Carlos Alfonso Víctor María
de Borbón y Borbón-Dos Sicilias. Su abuelo, Alfonso XIII, ha huido a Italia
unos años antes. Su padre, Don Juan, es el incierto heredero al trono de
España, tras las renuncias de sus hermanos mayores. Para diferenciarlo de su
padre, al niño le llamarán siempre Juanito.
Las relaciones entre Franco y Don
Juan fueron siempre muy tirantes: el heredero al trono se presentó voluntario
en agosto de 1936 para combatir en el bando nacional en Dancharinea, un pequeño
pueblo navarro. Fue conducido a Burgos, donde se entrevistó con miembros de la
Junta de Defensa Nacional franquista, que le disuadieron. Al fallecer Alfonso
XIII, se acercó al régimen nazi para restaurar la monarquía pero la diplomacia
alemana le manifestó que no iba a apoyarle.
El progresivo reconocimiento
internacional del régimen de Franco propicia el acercamiento de Don Juan a
Franco. Así, se concierta una entrevista en el yate Azor y se decide que el
príncipe Juan Carlos estudiará en Madrid, con un grupo reducido de alumnos.
Antes, ha estado interno en Friburgo. Como recordará Juan Carlos en su libro de
conversaciones con José Luis de Vilallonga, sus padres no le llaman por
teléfono para forjar su carácter.
La llegada por primera vez a
España, en el Lusitania Express, es
desangelada: es el 9 de noviembre de 1948 y las autoridades franquistas le
hacen apearse en Villaverde, una estación de transporte de mercancías cercana a
Madrid, ya que se temían un gran recibimiento monárquico. Tras pasar por el
Cerro de los Ángeles, le llevan a Las Jarillas, una finca reconvertida en
colegio. El tira y afloja de su padre con Franco hará que no regrese a España
en septiembre de 1949. Resuelta la tensión vuelve en otoño de 1950 junto a su
hermano pequeño, Alfonso, que fallecería de un tiro en la cabeza en Estoril en
las vacaciones de Semana Santa de 1956 en un incidente que nunca se ha
terminado de aclarar.
José Luis Leal era uno de los
niños que estudió en Las Jarillas. “Me uní en enero de 1949: vivíamos de lunes
a jueves allí y yo pasaba los fines de semana en casa mientras que él viajaba
por España, para conocerla. Aunque alguna vez le acompañé, como cuando fuimos a
las cuevas de Altamira y Santillana del Mar. El segundo año, aunque no estaba
el príncipe, continuamos las clases en el palacio de Montellano, en el centro
de Madrid. Cuando se reincorporó, nos fuimos a San Sebastián, al palacio de
Marimar y se añadieron también Alfonso y sus ocho compañeros. El nivel de estudios
era alto, profesores del Instituto San Isidro de Madrid nos comprobaban el
nivel. Y el trato del profesorado, al ser tan pocos alumnos, era
individualizado”, recuerda.
Tras finalizar el bachillerato,
en el verano de 1954, comenzará su formación militar en las Academias de
Tierra, Marina y Aire. Posteriormente, la complementará con diferentes
asignaturas de Derecho, Economía y Hacienda.
1954 también es un año clave:
Juan Carlos conoce a Sofía en el crucero de 13 días organizado –y pagado– por
la reina Federica de Grecia con el doble objetivo de promocionar el turismo del
país heleno y de fomentar los matrimonios reales. Pero no sería hasta junio de
1961 en Londres, en la boda de los duques de Kent, cuando se enamoran. El compromiso
se anunciará apenas tres meses después y la boda se concierta para el 14 de
mayo de 1962. La ceremonia, por el rito ortodoxo y católico, estuvo a punto de
retrasarse por una lesión de Juan Carlos mientras practicaba judo. Franco
decidió que se habilitara el palacio de la Zarzuela, un antiguo pabellón de
caza en el Monte de El Pardo, para que residiera allí la real pareja. En 1963
nacería Elena y un par de años después, Cristina. Felipe nacería el 30 de enero
de 1968.
Relación con Franco
Juan Carlos confesará a
Vilallonga que aprendió de Franco “a ver, oír y callar” y que le trató “como el
hijo que no tuvo”. A la periodista británica Selina Scott le recalcó que no
permitía que nadie hablara mal de él en su presencia. El principal consejo del
dictador fue que se diera a conocer, recorriendo toda España.
Pero este acercamiento entre
ambos despertó recelos en el conde de Barcelona, que se acrecentaron en 1966,
cuando se celebró un acto en Estoril para conmemorar el 25 aniversario del
fallecimiento de Alfonso XIII. En realidad, era un intento de reafirmar la
legitimidad de Don Juan. En el último momento, aconsejado por su esposa, Juan
Carlos canceló su asistencia alegando una indisposición.
Y, pese a que había declarado a
la prensa que jamás aceptaría la Corona con su padre vivo, en 1969 Franco inventa el título de príncipe
de España y las Cortes le designan sucesor a título de rey, causando la ruptura
entre padre e hijo durante ocho años.
Pero un nuevo frente sucesorio se
abre apenas tres años después: en 1972 se casan Carmen Martínez-Bordiú con
Alfonso de Borbón. La nieta de Franco con el primo de Juan Carlos, que se
considera heredero al trono al ser hijo del primogénito de Alfonso XIII. La
boda se celebra en el Pardo y a ella asisten personalidades como Balduino y
Gracia de Mónaco, Imelda Marcos o la Begun.
Pese a los intentos de Carmen
Polo y otros jerarcas franquistas partidarios del inmovilismo, la opción de
coronar a Alfonso de Borbón no prosperó. El matrimonio acabó en separación
siete años después y él falleció decapitado en 1989, a los 52 años de edad, en
un accidente de esquí en Colorado.
El declive de la salud de Franco
se acentúa a partir de 1970, que empeora cuando ETA asesina a Carrero Blanco en
diciembre de 1973. Siete meses después, sufre una flebitis. Este hecho propicia
que el príncipe asuma interinamente la jefatura del Estado, pese a su intención
de que el traspaso fuera definitivo. La agonía comienza el 25 octubre de 1975 y
Juan Carlos renuncia a asumir temporalmente el poder. Cinco días después, se le
informa que la enfermedad es terminal, por lo que sí acepta en esta ocasión.
De la ley a la ley
Al día siguiente de la muerte de
Franco, Juan Carlos acata los Principios del Movimiento y proclamado rey de
España un día después. Elige entonces al jurista Torcuato Fernández Miranda
para derribar, “de la ley a la ley”, el entramado jurídico franquista y
convertir la dictadura en una democracia, con una nueva Constitución. Como
piloto de la ya denominada ‘Transición’, elige a Adolfo Suárez “por ser joven y
moderno”, como confesó a Vilallonga.
El advenimiento de la democracia
tendrá que enfrentarse a numerosas dificultades, como la crisis económica, el
terrorismo etarra o la resistencia al cambio de determinados estamentos. La
legalización del Partido Comunista causa también un gran malestar en algunos
sectores del ejército. El denominado ‘ruido de sables’ amenaza primero con el
intento de golpe de estado de la Operación Galaxia, a finales de 1978: se
pretendía, aprovechando un viaje a México del rey, asaltar el palacio de
Moncloa, secuestrar a Suárez y forzar un cambio de régimen.
Uno de los asistentes denunció a
sus compañeros de complot, que fueron condenados a unos pocos meses de cárcel.
Entre ellos, se encontraba el coronel Antonio Tejero, que volvió a intentar
otro golpe la tarde del 23 de febrero de 1981. Suárez, harto de las tensiones
de su partido UCD y desencantado por lo que consideraba falta de apoyo del rey,
había decidido dimitir. Durante la votación de investidura en las Cortes del
nuevo presidente, Leopoldo Calvo Sotelo, el guardia civil entra pistola en mano
mientras que sus compañeros de armas disparan al techo. La sesión estaba siendo
retransmitida por radio y el ruido de los tiros y los gritos de los golpistas
causan estupor e incertidumbre en la opinión pública, que observa también
horrorizada los tanques por las calles de Valencia y la toma de los estudios de
Televisión Española de Prado del Rey.
La noticia llega a Zarzuela
mientras el rey juega al squash. Se organiza un gabinete de crisis, liderado
por el secretario de la Casa Real Sabino Fernández Campo y al que asiste el
príncipe heredero. Juan Carlos comprueba, con horror, que el General Armada
–uno de sus preceptores– está implicado. Las sucesivas llamadas a las
diferentes regiones militares muestran que el golpe carece de apoyos
suficientes. Se consigue que un cámara se desplace al palacio y Juan Carlos
graba un mensaje reclamando la rendición de los sublevados. Se graban dos
discursos y se mandan a TVE dos cintas por dos conductos distintos, para
asegurarse que llegue al menos una. La emisión del mensaje, ya de madrugada,
permite respirar a la ciudadanía. A la mañana siguiente, Tejero abandona.
¿Estaba implicado Juan Carlos en
el golpe? Durante décadas se ha especulado del tema, pero no ha aparecido
ningún documento o testimonio que lo pruebe. Su actuación cimenta su figura,
que se va acrecentando cuando el Partido Socialista Obrero Español gana, por
mayoría absoluta, las elecciones de 1982 y se produce el traspaso de poderes
sin altercado alguno.
Primeras fisuras
En los 80, España se consolida
como un país moderno, ingresando en la Unión Europea en 1986. El despegue
económico propicia la celebración primero del mundial de fútbol y, diez años
después, de los Juegos Olímpicos y la Expo. Sin embargo, justo antes de que comiencen
las competiciones atléticas, aparecen las primeras fisuras en su imagen: una
información del diario El Mundo de junio de 1992 provoca una gran polémica al
hablar por primera vez de la vida privada del monarca, revelando que se
encontraba en Suiza en un asunto privado. Apenas dos meses después, se publicó
el nombre de una supuesta amante, Marta Gayá. También despertaron mucha
polémica la exclusiva concedida a la periodista británica Selina Scott, con
acceso ilimitado a la Zarzuela y Marivent, y el libro de memorias dictado a
José Luis de Vilallonga.
“En aquel entonces sentó muy mal
aquella escapada a Suiza: había mucho respeto y no se criticaba nada. Todo eran
aplausos al rey. Había una especie de pacto de silencio por el bien del país y
de la economía. Pero aun en ese ambiente de respeto y alabanza continua, se
criticó. Había que ser muy osado para meterse con la Casa Real entonces”,
subraya Beatriz Cortázar, periodista experta en crónica social del diario ABC.
El goteo de informaciones sobre
posibles negocios irregulares del monarca, así como de otras amantes, es
constante. José García Abad fue el primero que, en 2004, un libro en la
que denunciaba casos como KIO. “Se
titulaba La soledad del rey y
expliqué todas las aventuras financieras del monarca. Desgraciadamente, no
conseguí que la prensa se hiciera eco”.
Campechanismo y más escándalos
Las sucesivas bodas reales de las
infantas y el príncipe proporcionan un baño de multitudes a la corona, con
numerosas alusiones al campechanismo del rey y su cercanía a la gente. Pero el
escándalo es imparable cuando se imputa en 2011 a Iñaki Urdangarín, casado con
su hija Cristina. “Fui también el primero en publicar de este tema en 2006 y
entonces el rey me mandó mensajes de preocupación. Hasta me llamó Urdangarín
indignado. Pero pasaron muchos años hasta que la prensa se ocupó del tema”,
lamenta García Abad.
Pero el vaso se desborda en 2012
cuando sufre –con el país sumido en una grave crisis económica– una fractura de
cadera durante una cacería de elefantes en Botsuana, en la que estaba
acompañado por la empresaria alemana y ‘amiga entrañable’ Corinna Larsen. Pese
a que pedirá perdón al salir de la clínica, su imagen pública estaba muy
deteriorada y empeoró aún más al conocerse las comisiones multimillonarias que,
supuestamente, recibió por cerrar diferentes negocios en los países del golfo
Pérsico.
“Todos estos escándalos dejan una
mancha que toca su reputación, su figura y oscurece su papel como monarca:
todos reconocen su importancia en la Transición, pero es inevitable que todo lo
que ha pasado deje huella en su imagen”, opina el experto en comunicación
política Euprepio Padula y presidente de Padula & Partners.
“Un rey, me dijo mi padre, no
debe abdicar. No tiene derecho a hacerlo”, recalcó a Vilallonga en su libro.
Sin embargo, abrumado por las circunstancias, lo hizo en junio de 2014. No
cesaron de publicarse informaciones escandalosas, lo que propició primero su
retirada de la vida pública a mediados de 2019 y su salida de España, en agosto
de 2020, con destino a Abu Dabi. “Morir en el exilio debe ser lo peor que le
puede suceder a un hombre”, había confesado en el citado libro.
Despiece: Una tumba en…
La gran mayoría de los reyes y
reinas, desde Carlos V, han sido enterrados en los últimos cinco siglos en la
Cripta Real del Monasterio de El Escorial. Las excepciones son Felipe V –que
prefirió el Palacio de La Granja, en Segovia– y Fernando VI, en el convento de
las Salesas Reales de Madrid. Tampoco están Amadeo de Saboya ni José Bonaparte,
que fueron sepultados en Turín y París, respectivamente.
El empeño de Juan Carlos en que sus padres
fueran enterrados también en el Panteón Real ha provocado que los 26 sepulcros
estén a punto de ocuparse, ya que Don Juan y Doña María de las Mercedes se
encuentran en el denominado pudridero real, un cuarto cercano sin luz ni
ventilación donde los restos mortales permanecen entre 20 y 30 años cubiertos
de cal. Pasado ese plazo, se trasladarán a sus respectivas tumbas, pese a que
no reinaron.
¿Dónde se enterrará, por tanto,
al rey Juan Carlos el día que fallezca? La solución que se ha propuesto es
devolver a Carlos V, a Felipe II y a sus esposas Ana de Austria e Isabel de
Portugal a su primitivo enterramiento, situado a los pies del altar mayor de la
basílica. Otra opción que ha barajado Patrimonio Nacional es la construcción de
una nueva cripta que linde con la original, excavando debajo del jardín del
monasterio. Al parecer, esta opción se congeló por la aversión de Juan Carlos a
que se mencione cualquier tema referido a su fallecimiento.
Pilar Eyre, experta en la figura
de Juan Carlos I, acaba de publicar la biografía novelada Yo, el Rey y coincide en que la gran pregunta es dónde será
enterrado. “Todos los grandes dignatarios tienen diseñados sus funerales con
antelación. También los de Don Juan Carlos, nada se deja al azar. Pero no se
sabe qué pasará: puede darse la paradoja de que Don Juan, que no fue rey ni un
solo día, esté en el Panteón Real, fue enterrado con honores de rey y figure
como Juan III. Y, él, que ha reinado más de 40 años, acabe siendo enterrado
como un ciudadano normal y quizá incluso en el extranjero porque creo que no va
a volver. Solo lo haría si le reclama una causa judicial o si enferma y el
final es inminente”, afirma.
Despiece 2: Casualidades y
enfermedades
La corona llegó a Juan Carlos –y
antes a Don Juan, su padre– por una serie de casualidades y carambolas
dinásticas. Una de las más curiosas es que Alfonso XIII es un caso único en el
mundo, ya que fue rey desde el momento en que nació. Cuando cumplió 19 años, en
1905, el diario monárquico ABC publicó las imágenes de las princesas europeas
‘casaderas’ de entre 18 y 23 años y preguntó a sus lectoras por su preferida:
debían enviar un cupón con la respuesta y se sortearía un abanico entre todas
las cartas recibidas.
La princesa elegida, por amplia
mayoría, fue Victoria Eugenia de Battemberg, sobrina del rey de Inglaterra y
nieta de la reina Victoria. El día de su boda sufrieron un atentado del que
salieron ilesos, pero que mató a ocho soldados del séquito y a tres personas
que veían el cortejo nupcial desde los balcones de la calle Mayor de Madrid.
Victoria Eugenia había heredado
el gen de la hemofilia de su abuela y se lo transmitió a dos de sus hijos:
Alfonso y Gonzalo. El primero, príncipe de Asturias, renunció al trono en 1933,
a los 26 años, para casarse con la cubana Edelmira Sampedro, a la que había
conocido en un sanatorio en el que estaba tratándose de su enfermedad. El
matrimonio apenas duró cuatro años y Alfonso se casó de nuevo, esta vez con una
modelo cubana llamada Marta Rocafort. La relación duró aún menos, apenas unas
semanas, con divorcio a los seis meses de la ceremonia. Vivió apenas ocho meses
más: tuvo un accidente leve con su coche en Miami, al chocar contra una cabina
de teléfonos. Pero la hemorragia interna que se produjo no pudo cortarse, por
lo que falleció.
Jaime, el segundo de los hijos de
Alfonso XIII y Victoria Eugenia, se quedó sordo a los cuatro años por una
intervención quirúrgica. Cuando su hermano Alfonso renunció a los derechos para
casarse, Alfonso XIII le pidió que hiciera lo mismo al considerarle
incapacitado y así hizo, en una habitación de hotel, en junio de 1933. Sin
embargo, en 1949 trató de invalidar esa decisión para renunciar de nuevo en
1969, cuando Franco designa a Juan Carlos como sucesor. Pero todavía intentó
que el dictador designara a su hijo Alfonso como sucesor. Murió en marzo de
1975, en Suiza.

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