miércoles, 9 de abril de 2025

Alcatraz: roca inexpugnable, cárcel mítica

Aquí va otro artículo que publiqué en Fiat Lux, fue un placer ir y contarlo. Me da pena que se pierda, así que aquí queda.


El teniente español Juan Manuel de Ayala bautizó en 1775 una pequeña isla de la bahía de San Francisco como Isla de los Alcatraces, por la cantidad de colonias de estas aves que anidaban allí. Poco podía imaginar que esta palabra de origen árabe se acabaría convirtiendo en sinónimo de la cárcel más famosa del mundo.

Los españoles había llegado seis años antes, en 1769, fundando un “presidio” (una fortaleza) y una misión, que recibió el nombre de San Francisco de Asís y que acabó denominando a la ciudad. Enfrente, “La Roca” permaneció habitada únicamente por animales hasta 1853, cuando la Fiebre del Oro que se desató seis años antes impulsó la construcción de un faro –el primero de la costa del Pacífico– y una batería de costa para proteger la bahía. En 1861, al comienzo de la Guerra Civil estadounidense, la dotación contaba con 111 cañones y 400 soldados. Los avances militares que se produjeron en la contienda provocaron que las defensas quedaran pronto obsoletas, aunque se habían ido renovando, y el ejército se terminó retirando de la fortificación en 1907, pasando a ser administrada por la Guardia Nacional de los Estados Unidos.

Sin embargo, prácticamente desde el principio Alcatraz fue una cárcel: en 1859 ya hay constancia de 11 soldados recluidos en uno de los sótanos. Y, durante la Guerra Civil, sirvió de prisión a soldados acusados de deserción y otros delitos, así como a la tripulación de un barco confederado y, posteriormente, a indios capturados durante las guerras indias e incluso a militares convictos de la guerra de Cuba contra España.

La mayor cárcel de hormigón del mundo

El traspaso de poderes a la Guardia Nacional conllevó la demolición de la ciudadela y el inicio de la construcción de la que era en su momento la mayor cárcel de hormigón del mundo, ahora con el nombre de “Cuartel disciplinario de los EEUU, división Pacífico”. Las obras finalizaron en 1912 y ya los objetores de conciencia de la I Guerra Mundial fueron encarcelados allí. Durante la depresión de los años 30 se creó el Ministerio de Justicia, que se interesó por instalar en Alcatraz una prisión de máxima seguridad. Y, con la transferencia de competencias por parte del Ministerio de la Guerra, se abrió en 1934 como penitenciaría federal y comenzó su historia mítica.

En total, 1.545 hombres cumplieron condena en Alcatraz aunque la cárcel nunca estuvo masificada, con un promedio de presos de 260 y un máximo de 302, con 336 celdas disponibles. El recinto estaba reservado a convictos indisciplinados o incorregibles, que permanecieron una media de 8-10 años. Quizá el más famoso fue Al Capone, que ocupó durante cuatro años y medio una celda que no se ha podido precisar en el ala hospitalaria. Otros nombres conocidos fue “Doc” Barker, Alvin “Creepy” Karpis, Floyd Hamilton, “Machine Gun” Kelly y Robert Stroud, el “hombre de Alcatraz” experto en aves y al que encarnó Burt Lancaster en la excelente película, pese a que se ajusta poco a los hechos, de John Frankenheimer.

Cuando el visitante entra en la “Casa Grande” (nombre con el que los presos bautizaron al edificio principal), no puede evitar sentir un estremecimiento: la reja y la recepción de los internos se mantiene tal cual. Allí les proporcionaban el uniforme con camisa azul desvaído, un abrigo azul oscuro, los zapatos, las sábanas y los útiles de cocina y aseo. Enfrente, delante de celadores y de otros presos, se duchaban en fila en unas duchas comunes.

Austeridad en las celdas

Las tres galerías de celdas, de tres pisos cada una, están bañadas por luz natural. Impresiona el pequeño tamaño de los habitáculos, pintados de verde tenue y blanco, con apenas un camastro, un lavabo y un WC, dos tablas abatibles atornilladas a la pared que servían de mesa y silla y un par de baldas. Años después se dotaron de radios –también empotradas en la pared– que se podían escuchar con auriculares. Impresionan especialmente las celdas de castigo, a las que se puede acceder: los presos pasaban un máximo de 24 días en la oscuridad más absoluta y sin absolutamente nada en el habitáculo excepto el retrete, cama y lavabo.

Los presos accedían al comedor por una puerta enrejada presidida por un reloj, que fue bautizada irónicamente como Times Square. Era obligatorio el paso por el detector de metales, porque todavía no se utilizaban cubiertos de plástico. La comida tenía fama de ser buena, en un intento de evitar motines.

Sin embargo, estos se acabaron produciendo: el más grave comenzó el 2 de mayo de 1946, cuando tres presos atacaron a los guardias e intentaron huir. Al no lograrlo, se atrincheraron y combatieron, con las armas que obtuvieron, a los marines, a los guardacostas y las fuerzas de la policía estatal de California que cruzaron la bahía desde San Francisco para sofocar la asonada. Para lograrlo, cortaron la electricidad de la cárcel y, a oscuras, hicieron agujeros en el tejado y tiraron granadas de mano (las marcas de metralla todavía pueden verse) El resultado fue de dos guardias muertos y 11 heridos, además de tres presos fallecidos y otro, que no participó en la revuelta, herido.

Uno de los celadores tuvo tiempo para escribir los nombres de los participantes en el motín, rodeando con un círculo a los de los tres cabecillas, un testimonio que resultó clave en el juicio posterior, en el que dos de ellos –Miran Thompson y Sam Shockley–fueron condenados a muerte y ejecutados en San Quintín. El tercero, Clarence Carnes, sentenciado de por vida, recibió otra condena perpetua adicional, pero fue liberado en 1973.             

La visita al patio permite hacerse una idea de lo que debía suponer para los presos tener una vista privilegiada del Golden Gate encerrados literalmente en cuatro paredes de hormigón, con unas gradas para sentarse a tomar el sol. Aún se aprecia la pintura del suelo, delimitando las canchas de baloncesto y se conserva la alambrada del pitcher y el diamante para jugar al béisbol.

Una fuga de película

Pero los presos que han pasado realmente a la historia de la prisión son los hermanos y atracadores de bancos Clarence y John Anglin y Frank Morris, condenado por posesión de narcóticos y robo con arma de fuego y al que encarnó Clint Eastwood en la conocida película que dirigió Don Siegel. Morris, con un cociente intelectual muy elevado, trazó un plan que les llevó 9 meses: consiguió burlar los detectores de metales y hacerse con cucharillas para atravesar el hormigón, reblandecido por el salitre. En paralelo, construyeron cabezas con una mezcla de jabón y papel higiénico y les dieron verosimilitud con pelo procedente de la peluquería, para burlar así el recuento nocturno. Además, cosieron varios impermeables para confeccionar una especie de balsa.



El día 11 de junio de 1962 salieron de sus celdas por los pequeños agujeros que habían horadado con las cucharillas, para pasar a un pasillo de servicio que no se utilizaba, por el que treparon al tejado. De allí, se descolgaron al suelo, escalaron la alambrada y se echaron al agua con la balsa, teniendo que lidiar con el agua helada y las fuertes corrientes. Se suele añadir, para agregar más dramatismo, que la bahía está infestada de tiburones, pero son de una especie (tiburones de arena) que no ataca a los humanos.

Los tres presos fugados nunca aparecieron y, de hecho, los US Marshals les siguen buscando pese a que el caso se cerró por el FBI, tras una investigación de 17 años, con la conclusión de que se ahogaron la noche que huyeron. En la puerta del comedor de la cárcel hay un cartel con las fotos de sus fichas policiales y su posible aspecto a día de hoy. En sus celdas, que se han ambientado tal y como estaban la noche que escaparon, se han conservado los manuales de español con los que aprendían el idioma, quizá una pista de que su intención era huir a Sudamérica. Una historia apócrifa cuenta que uno de los guardias recibió una postal sin remite desde Brasil.

Los especialistas del programa de televisión Cazadores de mitos demostraron en 2003 que la huida era posible, aspecto que confirmaron recientemente los investigadores de Universidad de Delft, con un modelo matemático de mareas que ha probado que, si escaparon a partir de medianoche, Morris y los Anglin pudieron llegar a tierra. 

Lo que es cierto es que pocos meses después de la fuga el Fiscal General Robert Kennedy decretó su cierre. Frank Weatherman, preso AZ 1576, fue el último en abandonar la cárcel. “Alcatraz nunca fue buena para nadie”, denunció. Era el 21 de marzo de 1963, el día en que acabó la leyenda de la prisión y empezó el mito.   

Otros datos útiles

-        La isla de Alcatraz recibe casi 1,4 millones de visitantes anuales, por lo que es imprescindible reservar la visita con antelación. Puede hacerse por internet o desde la recepción del hotel y en el billete se indica la hora del barco que debe tomarse desde el muelle 33 a partir de las 9,10 de la mañana y que apenas tarda 10 minutos.

-        El coste del billete adulto es de 30 dólares y da derecho a visitar la cárcel durante el tiempo que se desee, conviene reservarse al menos un par de horas. Tanto el barco como la visita cuenta con facilidades para personas en sillas de ruedas.

-        Puede regresarse cuando se desee, en los numerosos transbordadores, convenientemente anunciados. El último es a las 6,40 de la tarde, aunque también hay visitas nocturnas (según temporada)

-        La vista desde la cubierta tanto de la ciudad como de la bahía son espectaculares. También se observan aves marinas como pelícanos e incluso focas.

-        La visita se realiza con audioguía, incluida en el precio. Disponible en castellano, es recomendable la versión inglesa, con las voces originales de presos y celadores.

-        En la tienda de recuerdos, pueden comprarse desde vasos y platos de estaño similares a los de los presos a reproducciones del uniforme carcelario, libros, películas inspiradas en la cárcel, gorras, camisetas y cualquier otro souvenir imaginable.

 



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